¿Qué es un álbum ilustrado? Ingredientes indispensables

Sara Nicolás

Es un hecho que en los últimos años se ha producido un auge de la literatura infantil y juvenil. Si bien es cierto que este incremento ya comenzó en los lejanos sesenta y setenta, nunca antes se habían publicado tantos libros infantiles y juveniles como en la actualidad. Cada año se editan cientos de títulos, nacen decenas de editoriales y aparecen nuevos y esperanzadores autores. ¡Bien por todos! Mas si este crecimiento es generalizado dentro del diverso mundo de la LIJ, podríamos afirmar sin equivocarnos que lo del álbum ilustrado ha ido un poco más allá: lo suyo ha sido un despegue y una subida astronómica. Imposible concebir ahora la literatura infantil y juvenil sin este formato (género para algunos, subgénero para otros).

La importancia del álbum ilustrado

Por eso, en este artículo voy a centrarme en hablar del álbum ilustrado, tratar de definir qué es exactamente, resumir un poco su historia y señalar algunos de sus elementos más característicos. ¿Empezamos?

Lo primero y más importante: ¿de qué hablamos cuando hablamos de un álbum ilustrado? ¿Solo de un cuento con muchos dibujos? ¿De libros para niños? ¿De historias con un lenguaje simplón y lleno de diminutivos? ¿De carácter moralizante? ¿Qué es exactamente? Pues si nos limitamos a una definición estrictamente objetiva diríamos que «un álbum ilustrado es un libro donde se da una relación interdependiente entre texto e imagen». ¡Toma ya! ¿Ha quedado claro? ¿No mucho? Pues entonces vamos a emplear una definición un poco más creativa y visual: «El álbum ilustrado es aquel que recoge historias que no pueden ser contadas por la radio» (Uri Shuleutz). ¿Mejor? Es decir, un álbum ilustrado es un libro donde texto y dibujos son elementos fundamentales en la narración de la historia; ambos la cuentan, y si falta alguno de ellos no podríamos comprenderla en su totalidad.

Indagando en la definición de álbum ilustrado

Pongamos un ejemplo muy sencillo y claro, el libro de Mi gato, el más bestia del mundo de Gilles Bachelet. El texto nos presenta y describe la mascota del narrador: un gato. Un gato que parece ser un poco bestia, torpe, perezoso, inoportuno, pesado… aunque simpático. Un cuento que leído resulta más o menos divertido, pero que adquiere grandes toques de humor y se convierte en descacharrante cuando observamos las ilustraciones, pues lo que tiene el narrador no es un gato, sino un elefante. Y ahí está la gracia del cuento, en esa contradicción y esa bestialidad. ¿Podríamos comprender la totalidad del cuento sin las ilustraciones? Definitivamente no, daríamos por hecho que habla de un gato. ¿Y al contrario? Tampoco, solo veríamos un elefante haciendo cosas extrañas.

El papel de las ilustraciones en el álbum ilustrado

Así que, como veis, un álbum ilustrado es mucho más que un libro con dibujos. Es, si nos ponemos serios, una obra artística. Pues todas las partes que lo conforman están al servicio de la historia que se cuenta: el tamaño, la portada, las guardas, los paratextos, la tipografía, la maquetación… La obra en su totalidad está pensada y diseñada para el deleite y la inspiración, ayudando al desarrollo tanto estético como emocional del lector. Busca producir una experiencia no solo literaria, sino también artística. Esta es la gran diferencia entre un álbum ilustrado y un cuento ilustrado; en este último las ilustraciones son solo decorativas o acompañantes.

Un paseo por la historia del álbum ilustrado

Si ya nos ha quedado claro el concepto sería interesante repasar un poco de su historia. Saber de dónde viene nos ayudará a conocerlo mejor. En realidad, el pasado de la narrativa visual es tan remoto como los hombres de las cavernas, quienes fueron pioneros en eso de la comunicación con imágenes. Pero no, no me creáis tan loca, no estoy diciendo que nuestros antepasadísimos fundaran el concepto del álbum ilustrado, estaban a miles de años de ello, pero ya dejaron claro que las imágenes cuentan. Algo que repetirían los romanos, los egipcios…

Los primeros intentos de libros ilustrados que conocemos en Europa son el Kunst und Lehrbüchlein (1580), un libro infantil cuya técnica fue el grabado sobre madera; y un poco más tarde el Orbis Sensualim Pictus (1658), un librillo para aprender latín de Jan Amos Comenius, quien opinaba que «Las imágenes son la forma de aprendizaje más fácil de asimilar que puede ofrecerse a los niños». No sería hasta el siglo XVIII, con la aparición de la litografía, cuando se produjo la auténtica evolución: llegó el color. ¡Qué bonitos, coloridos y atractivos eran entonces los libros infantiles! Son de esta época dos creaciones maravillosas y originales, Pedro Melenas de Heinrich Hoffman y Book of nonsense de Edward Lear.

La idea de álbum que conocemos en la actualidad

Aunque en este punto ya se había avanzado mucho, las ilustraciones todavía acompañaban al texto, estaban supeditadas a él. La auténtica idea del álbum ilustrado tal y como la conocemos surge del ingenio de Caldecott, un ilustrador que pronto entendió que las imágenes podían narrar por sí mismas, creando una conexión con las palabras y dando un nuevo modo de entender el libro. Más tarde, Sendak diría a este respecto que con Caldecott nace el álbum ilustrado. Y a partir de aquí el resto ya es historia conocida: desde Jean de Brunhoff (Babar) a Edward Ardizzone (Little Tim) en los tempranos años treinta; pasando por Sendak o Browe en los prolíficos setenta; hasta nuestra época, donde son tantos los autores y las obras que es casi un sacrilegio citar a unos pocos.

El álbum ilustrado como ente único

Como veis, el álbum ilustrado no solo es un concepto por sí mismo dentro de la literatura infantil, sino que tiene su propio recorrido. Y, por supuesto, sus propios elementos que le hacen ser. (Repito, no todos los libros con dibujos de formato cuadrado entran en la categoría de álbum ilustrado). ¿Y cuáles serían algunos de esos elementos? Aquí paso a nombrar algunos de los más básicos (que no son norma, pues como ya hemos dicho el formato, diseño, etc., son parte de la narrativa).

El texto:

– Tiende a ser breve, pues debe dejar espacio de narración a la imagen.

– No es necesario que sea detallado. No debe contarlo todo.

– Tiene sonoridad, ya que en muchos casos será narrado en voz alta.

– Posee ritmo, ya sea en prosa o verso.

– Puede contener o no diálogos.

– Tiende a jugar con las repeticiones, enumeraciones, retahílas…

Relación del texto con la imagen:

– Simétrica: Cuando el texto y la imagen cuentan la misma historia, aportando ambos información: León de biblioteca (Michelle Knudsen y Kevin Hawkes).

– Intensificadora: La imagen amplia información que el texto omite, por ejemplo, añadiendo carga emocional: El libro de los cerdos (Anthony Browne).

– Contradictoria: Texto e imagen ofrecen información contradictoria: Cosas que no hacen los mayores (Davide Cali y Benjamin Chaud)

– Asimétrica: Texto e imagen no cuentan exactamente la misma escena, pero no hay contradicción: El paseo de Rosalía (Pat Hutchins)

Formato:

– Cuadrado, apaisado o vertical.

– Entre 32 y 40 páginas.

– Más grandes que un libro de lectura normal, se da importancia a la óptima visualización de la ilustración.

– La paleta de colores es importante y está acorde con todo el conjunto de la obra.

La evolución en el álbum ilustrado

Si bien esta podría ser una muestra muy peregrina de los elementos que conforman el álbum ilustrado, en la actualidad existen muchas innovaciones. Desde los silent books hasta los mágicos pop-ups.

En cualquier caso, lo que está claro es que el libro álbum se ha ganado su lugar preferente en la literatura infantil. Ya que su estructura, su diseño, es absolutamente eficaz a la hora de transmitir una idea, un concepto o una sensación. Pues cuando la unión entre las imágenes y las palabras se desarrolla de manera equilibrada, nos encontramos ante una de las formas de narrativa más completa.

¡Solo una curiosidad más antes de terminar!: existen no pocos detractores del álbum ilustrado o los libros con dibujos, su oposición se basa en la idea de que la ilustración en los cuentos anula la imaginación de los niños, supeditándola a la del ilustrador. Interesante, ¿verdad? ¿No sería algo similar a lo que sucede cuando vemos una película después de habernos leído el libro? Una cuestión sobre la que dar unas cuantas vueltas y, quién sabe, encontrar material para un nuevo artículo.

¿Quieres saber más sobre álbum ilustrado y LIJ en general?

En nuestro blog inauguramos una nueva sección llamada “LIJ” donde hablaremos e informaremos sobre álbum ilustrado y el apasionante mundo de la literatura infantil y juvenil. Para ello contamos con la colaboración y el sello de Sara Nicolás: escritora, editora en Tragamanzanas, correctora y amante de la LIJ. Sara Nicolás es una parte importante en nuestro equipo Alaestrella editorial con la corrección de nuestras publicaciones. Muy pronto, además, tendremos la suerte de contar con ella como autora. ¿Con qué obra nos sorprenderá?

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NOTA: Este blog ha sido incluido en un artículo de Twinkl titulado: Los mejores blogs de literatura infantil y juvenil.